A partir de hoy seré tu androide.
Por piel un pedazo de latón, por rostro una mueca
que alterna colores, por movimiento la elipse
que repito infinita
sin que nada me perturbe.
Hablaré con voz fría,
voz metálica,
voz servil de eunuco,
pondré mi mejor sonrisa entre dos sílabas de hierro.
Guardaré en mi interior
un corazón de aluminio
que reluzca al fondo de mi tórax;
jamás diré miedo,
ni piedad,
ni alegría.
Si te extraña lo que digo
entiende que mis luces
son semáforos racionales;
que no te haré sufrir
ni me podrás amar,
que te serviré como perro fiel
hasta que mueras.
Amargura en estos versos. Una propuesta original. Androides, animales...
ResponderEliminarUn abrazo y felicidades
Ana
Gracias, Ana, por tus palabras. Abrazos.
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