¿Qué dicen los silencios de la casa?
Hablan los espejos, pulidos como el metal del alma,
hablan los ojos del televisor y las macetas áridas,
habla el mercurio del azogue y los relojes parados
en noviembre, habla el cajón que es tu memoria,
tu edad y tus miedos. Hablan los domingos
con su orla de bienaventuranza, habla el párpado
entreabierto a la claridad. Le hablas tú al sol,
rayo en la curva de un mueble, le hablas al infante
que una vez fuiste, te habla un ratón perdido
en el zócalo rajado, le hablas al perdón
y a todos sus nombres.
¿A quién pertenece el silencio de esta casa?
Vives aquí con la fiel costumbre y el fulgor del aire,
vives solo, o eso crees, porque tu sombra pisa el tiempo,
la baba se deshace en humus y sientes la luz
y el calor y el tránsito como polen que fertiliza
el orgullo del desdén. Te hablas a escondidas
como una tarántula en su hilo invicto, me hablas
al responderte-y eres un eco azul-. Le hablas al dolor
y a la oscuridad y a las voces que no entiendes.
Hablamos en la umbría de los parques
y en los paseos donde el mar escupe un oráculo.
Los silencios de esta casa no existen, se desdoblan,
mueren vírgenes en unos labios que se abren
y recitan la canción de la vida, que es una canción muda.
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