Te acercas con el olor a incienso de los calendarios,
sin telarañas en los párpados, como un ave desnuda
que pía luz. Conoces la caída de la noche y el orgullo
de los murciélagos, has roto la ceniza de los visillos
con la luna triste de tu seno. Si abres las alas
me encontrarás dormido y seré tu isla, tu ruiseñor,
tu hoguera azul. Y me llevarás a lo oscuro donde
al fin escucharé el latido de los muertos.
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