Y es que hablo para mí, entonces me digo
que no es silencio. Converso con los que fui,
cadáveres que escuchan mi soliloquio indudable,
en los espejos tiembla el don de la locura
cuando soy gesto y soy vampiros y muecas,
un mudo que habla sin decir. Entre la gente
no respondo, me miran y me visten de timidez,
de desprecio, de jamás. A solas mis palabras
se confunden y no consigo ser diálogo
en la voz amiga ni los vecinos intuyen
el murmullo que voy dejando. Ya lo ves,
no es necesario el grito, ni el sarcasmo
ni la confesión, en mi interior se oyen
los ventrílocuos que creé para nunca estar solo,
para siempre estar conmigo.
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