jueves, 6 de junio de 2019

Mujer sin nombre



Imaginé su origen de mito. Próxima al cisne blanco,
al jardín de las manzanas de oro, al río de las ninfas,
al hogar infausto de Andrómeda. Hay mujeres
que vencen al tiempo, que habitan como diosas
el más perdido lupanar, que al gemir convocan a la luz
como si la luz fuera deseo. Ella no tiene nombre
o en ella todos los nombres son uno- Hipólita, Fedra, Perséfone-,
carne que asoma - la curva de sus nalgas entre las nubes de la vida-
palpitante y firme. Me habla sin hablar, en la mirada el don del arpegio,
en los hombros el carnaval que invita a la lujuria.
Hay una dudosa perfección en su cuerpo, una estatura
sin espacio que huele a jazmín y hierbabuena.
Su perfil es de ola o de flauta virgen. Su hoy
la verdad de unos pechos que buscan el arrullo
de un manantial, la candidez que solo la inocencia
entrega como un labio dulce entrega su sed a la noche.

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