Entre dos ríos una flor llamada luz.
Un ave negra y otra blanca, como la vida.
Las alas muertas después del vigor de las alas,
el decaer y su contrario, la entrega sin fin del amante.
O,tal vez, el remanso y la corriente, el claro del bosque
y la espesura. La renuncia y el grito salvaje de la fiera.
Yo fui el corazón festivo en la penumbra,
hoy las hojas caídas bajo el musgo del presente,
húmedas de invierno, débiles ya para el esplendor.
Todo cambia, muta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Amapola azul, por dejar tu comentario. Un abrazo.
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