miércoles, 20 de febrero de 2019

Qué fue

Hay una identidad común que aún no tiene nombre.
Son sueños en las calles, la rendición a las sombras,
una ola que llega desnuda. Son las cicatrices el inicio
de la doblez o de la ausencia, y son las huellas del tiempo
los girasoles que entregamos el uno al otro como un signo.
A veces es suficiente con la proximidad del aire seco,
las luciérnagas en la penumbra, el rio gentil del encuentro.
Entonces bajan al día las campanas del orgullo y nos miramos
como dos eclipses o cien enigmas que se olisquean.
Ven, tu mano es un fino diamante que brilla y no muere,
ven al soliloquio de los cines y a las estatuas vencidas,
al hambre de los golfos que se adentran en tu seno,
al desiderátum de la locura entre tus piernas blancas.
En todas las fotografías el color es tu color, y no vive
el paisaje sin ti. Un recuerdo de estaciones y hojas ocres,
de playas y grutas ciegas, de vasos de vino sin terminar.
Qué fue de aquel rumor antiguo que llega hasta mí y se vuelve
piélago inmortal en un cuerpo sin orillas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario