¿Te has preguntado, alguna vez, por el peso de tu nombre?
¿Y por la calidez que un día entregaste, o la palabra
que fue esa palabra que alguien, al fin, supo escuchar?
Has sido parteluz de un sueño, ojal en la nube oscura,
rayo que, indómito, crece en los iris sin color.
Una presencia y un disfraz, un verbo que ya no es tuyo,
la sed de la lujuria en la misma edad del párpado adolescente.
Y el céfiro que mata el carmín del horizonte, solo
una mueca el dulce visaje de tu huida, solo el resplandor
de aquel diálogo entre la ilusión y el mar del olvido
aún persiste en ti junto a las olas blancas del recuerdo.
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