sábado, 17 de octubre de 2015
Yo no sé mirar un cuadro
Algunas veces los cuadros parecen un sueño:
su quietud, su inmanencia, su desprecio. Hay
un fingimiento amargo en la estatura o en la
plenitud de un ademán. Hay trampas de color
y mensajes en el perfil de no sé qué artificio.
Todo es un abalorio perfecto donde brilla la luz,
las sombras, el misterio y la locura. Yo soy
el silencio que atiende, abrazo la geometría
enmarcada, describo en versos inútiles el
sentido tridimensional de un ojo que adivino
privilegiado. Templa el pulso su nocturnidad
(el genio es libre de existir, mucho más libre
de dibujar la atmósfera del Olimpo en leves
trazos de condescendencia)como un árbol
perpetuamente encendido para el hoy o para
el mañana. Siempre que un cuadro me observa,
yo intento no estar allí porque su astucia me
desenmascara, me devuelve a la desnudez o
a la inquietud, me interroga como si yo fuera
el cisne blanco que reivindica la perfección
en la tiniebla, un eslabón o un dije que nadie
sabe roto.
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