domingo, 18 de octubre de 2015
Caperucita atraviesa el bosque
Sí, porque un color entre los colores la llama
igual que el hongo risueño, y no sabe que la
calidez es el faro que desnuda las sombras.
Allá va el cuerpo de la adolescencia, las jambas
de sus piernas alegres, la risa de los pájaros,
el murmullo de los gusanos, las flores abiertas
como una coreografía de zorros, ardillas, peces
en ríos que brotan de los márgenes del paraíso.
Pero no, la pregunta se interpone ante los pasos
de la inocencia, cuando ya es la hora de ofrecer las
alas de la niña como un sacrificio de savias, cuando
la posibilidad del mal se mostró con el aspecto frágil
de la distracción ante los ojos blancos de la confianza.
Murió el ángel del odio tras la simulación de unas carnes
vetustas. Así, como una metáfora de la penitencia divina
la verdad resplandece y es bandera en el vientre mártir
y es un rayo que nació enemigo para ser capa de distinción
en la lánguida insuficiencia del otoño.
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