Es una metáfora el plato de cerámica
que perdió su igual.
Las sillas nunca ocupadas,
los cuadros vueltos del revés,
los cajones completamente vacíos,
el eco que martillea las paredes.
Una vez hubo vida aquí
y fue el cristal de las copas
reflejo de voces azules
en la eternidad efímera.
Aparta los visillos,
que la luz aprisione los espectros
de un tiempo de fantasmas,
que la mirada no recorra
las huellas del dolor,
que no tiemble el silencio
cuando los gatos aparezcan
como mensajeros de la noche
y la blanda apariencia de los relojes
nos diga que no hay horas por conquistar
bajo el tejido aún intacto de las telarañas.
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