Hablar de la magia
es como hablar de uno mismo.
El laberinto surge con rosas en la frente
y llama a la fragilidad
y le da un nombre de mujer.
Yo espié los pasos curiosamente alados,
un cuerpo que no hallara en mi respuesta,
el perfil que huye entre las calles
como una luz imposible.
Tu magia es no ser tú,
mi voz en tu voz
como una ligazón que sólo yo comprendo,
la multitud
que te hace noble
cuando la lluvia agrede tu silencio.
Nunca los trenes llegarán tarde
porque tú vives en tu rododendro
blanco
como una estatua
amarga.
El futuro se vistió de almanaques
con ecos de insolencia ,
al volver a la desnuda huella
aún reconozco la insoportable herida del cazador
que yace inmundo
sobre sus sueños.
Yo no sé si hay magia en recordarte,
sólo entiendo el baile de tus manos,
la mirada infinita,
el roce casual en mi sexo alegre,
el adiós que se instala en mi piel
como un tatuaje
que jamás morirá.
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