lunes, 25 de mayo de 2015

Tren de Diciembre



Todo era refugio en aquel invierno lúcido.

La vaguedad de un tren que simula su sensatez,
los horarios casi siempre inútiles,
los pasajeros y su hambre de miradas cáusticas,
las farolas que llueven luz
en la ínclita humedad del tránsito.

Solo un destino amanece en la corona de los arces,
pasa el limpio ejército del dia
-su soliloquio es blanco, frío, estéril-
con vahos de inutilidad en carámbanos de alba
sobre las ropas heridas.

Nadie imagina ya el resplandor de los viernes,
el amarillo de agosto,
cuando llego a la estación y me pregunto quién soy,
otra vez, en otro delirio.

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