Atrás queda la lluvia
en los pasos de mil palabras aleves.
Otra vez recorro la memoria de la piedra
entre columnas que no saben de himnos
o ardor.
Ven a la noche gris,
ven con los collares que has perdido,
ven a la candidez del artificio
o a las gomas heridas de la inocencia.
Deja aqui el labio húmedo
y finge otra vez el maquillaje de la calavera,
quizá yo escuche la rotunda verdad del perfil,
el silencio proscrito de la caricia.
Después cuando la luna ejerza de manto
o frontispicio,
descubre en tus piernas de olvido
el circulonquio del deseo
como si jamás en el ayer te hubieras desnudado
como si la hojarasca ya no mortificara tu vientre de luz y calor,
de agrio carmin de bienvenida.
Todo es un relámpago en la acidez del hoy,
la cautividad de una noche en las horas de invierno
que suplican quemarse como una duda
que quiso ser flor de un cometa sublime.
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