Yo conocí el símbolo de las playas,
el aire que arroja su manto
sobre un músculo joven.
Como yo el beso de una madre sin hogar,
el laberinto de hiedra
y el pronombre perdido
en la infancia de los años sin cédula.
Puede que exista una sombra
para la sinergia abstracta
de un corazón dividido.
Puede que ya no quiera otro discurrir
que esta latitud que algunos llaman silencio
-o fin o ingravidez
perpetuamente
rota-.
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