En las tardes no había cosa que disfrutará más que ver a Irene con esa destreza increíble que poseía su hermana en el arte de tejer, sumergiéndose, observando, como las agujas se balanceaban, chocaban y hacían esas lindas prendas, calificadas por él como hermosas. La casa tenía dos puertas, en la primera se entraba del zaguán hacia el living, donde se encontraban los dos dormitorios de ellos y luego la segunda puerta de roble fuerte y segura, la cual conducía a la segunda ala, por un pasillo para el otro lado de la casa parte donde se encontraba el baño y la cocina. Al doblar se encontraba con la parte más grande. Si la puerta de roble no se abría parecía como si fuera un pequeño apartamento.Una noche, mientras Irene tejía en su dormitorio y él se dirigía a calentar agua para el mate. Al caminar por el pasillo después de la puerta de roble hacía la cocina se escuchó un ruido proveniente del comedor o la biblioteca. Era un sonido sin precisión y seco, como el caer de una silla sobre una alfombra, repitiéndose seguidamente en el fondo del pasillo hasta alcanzar la puerta. Él asustado se apoyó contra la pared y corrió hacia la puerta, cerrándola, con la suerte que la llave estuviera de su lado, poniéndole el cerrojo para más seguridad. Contándole a su hermana lo sucedido y entre el susto, la casa había sido tomada.
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