Se fueron los días del abandono como briznas
de un metal furtivo. En su lugar los cuerpos
aprenden la memoria de los otros, su linea
múltiple. Se fueron los días del juego y las mentiras,
del calor y la mansedumbre. Los días que gozaron
de un sol sin lágrimas en la plenitud del mar
o en el paraiso de los bosques. Mi verdad
fluye desde las alas y no encuentra razón
en los espejos que derrotan la luz. Su calidez
es un trompo que infringe la cadencia natural
de los relojes, los desnuda como un águila
que trajera al hoy el rescoldo siempre vivo
de un recuerdo.
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