En ti se abria el haz como un símbolo.
La mitad de tu cuerpo enseñoreaba las luces,
el arranque del parasol perdido
en el corazón por descubrir
de la niebla.
Ese es el principio,
una duda que crece en los hogares azules,
el hambre de una memoria joven
sin alguaciles ni perdón.
Sí,
libres en la sombra de los ojos cansados,
en los soportales bendecidos por la lluvia,
en el robusto vientre de la noche.
Detrás de la bondad, el amor se agita en olas o en luz,
da igual si su mapa es la fe de los relojes
o el furor oscuro del destino.
¿Volverás al recibidor donde la magia atisba
el silencio que no hablaste, la dormida piel
que de pronto envejece?
Hay caminos que no encuentran la dicotomía
de una pérdida, el abrazo imperfecto de la culpa,
los terribles aullidos de la ausencia.
Hoy que las hojas duermen al fin su estío
pienso en el temblor de aquellos dias de luz inacabable,
en el mar tempestuoso, en el fruto de una piel
entregada al delirio, en el sexo que brilla
como un jardín que tú has poblado.
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