El vuelo engendra brumas y latidos,
puentes imposibles hacia la luz.
¿Qué color de ágiles esferas prorrumpe en grito
tras el ardid mecánico
de los hierros?
Hay un espejismo de transeúntes,
peceras donde el dulzor
esculpe las palabras
en un idioma viajero.
Y el sueño del raíl
bajo la costumbre de calles oscuras,
la melancolía de las chimeneas,
la astucia de los perros
cuando se arrodillan ante la verja
y lloran.
Máquinas paradas junto al sol,
multicolores,
con la paz en sus manos
y el tiempo que suda la estación imposible
no conocida,
neutra.
Fuera de lo que es y no se nombra,
la canción de la infranqueable virtud
y ese precipicio de rojos
que añora la hipófisis del río,
su fulgor
y su muerte.
¿Quién podrá en las sentinas del galeón
escuchar la memoria de las batallas,
el eco absurdo de la edad?
Lo bueno es que empiezas 'El vuelo engendra brumas y latidos,
ResponderEliminarpuentes imposibles hacia la luz.' y eso anima a seguir leyendo, y después el poema cumple con eso que promete: un versar lleno de simbolismo etéreo, de metáforas fantasmales. Mereció la pena leer esto bajo el silencio de la madrugada.
Muchas gracias, Jesús, por tu lectura y amable comentario. Un abrazo.
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