sábado, 14 de septiembre de 2013

Patroclo habla




Aún buscas los artificios de la inmortalidad,
el perfil del agua secreta, la maligna cicatriz
del fuego. Así te contemplo, niño profeta, héroe
ya territorio, ya isla. Nos criamos bajo la astucia
del noble Quirón, él amaba el silencio como tu amas
la gloria. De nada nos sirvió la estrategia de las flores,
ni siquiera tu virtud de hembra pudo asomar su vientre
junto a la espada invencible. El destino es cruel, sus
ramas son rojas como la sangre de la victoria. La ciudad
enfrío los desiertos, su tapiz resplandeciente se reflejó
en tu piel como una armadura de eternidad y venganza.
Nunca dudaste en la batalla, nunca la piedad asomó
en tu iris sombrío. ¿Quedaba en ti el sello del amor
cuando los mil pétalos de la aurora te concedieron
disfraz? No sabías que la ambición puede también
conquistar un sueño. Hay razones para el ocaso
como las hay para la luz. Tu orgullo tiembla como
un sol infinito, pero a mí me regalas las sombras
de tu enemistad como una canción invalida. Moriré
en la estrecha cinta de un amago, creyendo ser tú,
en la atmósfera de la noche. Sé quién me vengará
igual que venga el poderoso eclipse la razón o la
locura. Sé también que llegará a su destino el clavel
del dolor con sus púas de misterio ¿De qué servirá
entonces ese círculo que ahora trazas con las manos
sangrientas?



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