miércoles, 2 de octubre de 2013

PAISAJE II

Hay gárgolas de labios sellados.

El castillo trepa como un dios
hacia su nombre y su verdad.

El pretil sobrevive a la monotonía de los barcos rojos,
se inclina y no teme las oscuras razones del río.

De este lado, la historia es negra como un cetro de espinas.

Los edificios crecen, sus cristales arrojan
la luz hacia el unísono eclipse del día.

Descubro el permanente gris de los metales,
camino hacia las esculturas del óxido
que añoran los mares bravíos,
la bandera pirata del devenir.

El olor de las frutas llega suave, rodea los atrios,
las bóvedas, los arquitrabes de la iglesia fría,
su descomunal círculo de penitencias.

En esta celebración los rostros del almíbar,
el corazón de los frutos
sin edad,
el océano en barreños de espuma,
las almendras, los pasteles,
el regocijo bajo los paraguas del tiempo
con el febril diluvio de los lúpulos derramados
en veladores de mármol
corroídos por la palabra rota.

Tres puentes azules
como un látigo infantil,
en uno de ellos la nariz de la catedral blanca,
irónica como un ademán solemne.

Es más sencillo si uno cree en los símbolos,
en la tradición
o en la lógica que los pasos reverberan.

Si reconoces el mensaje de los jardines
tu paz sera flor,
magia en los lirios de este frenesí que has dejado lejos
como una sombra
desnuda.


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