sábado, 7 de septiembre de 2013

Un dia de vacaciones



Quema el sol en las preguntas del dique.

Aguardamos como un canto dormido
a que la mañana despierte.

El mar es un rizo suave y melancólico sobre el tapiz
de este julio ambidextro.

La travesía rompe las flechas de los atunes,
la ternura infinita de las gaviotas.

¿Qué color es el color en que ahora pienso?

Los turistas veranean en fotos amargas, su felicidad
se acomoda, se daña en la costumbre de otro verano
o de otra luz.

Me gusta el rompeolas, los campos de tenis, la arboleda
que no admite un dios descreído.

Yo no sé donde está el árbol de las mil calles sonoras.

Un quiebro es la melancolía, otro la lujuria, el otro
la edad que adivina los cánticos del mediodía
con sus flores de organdí.

Es posible que en el estío los peces blancos lleguen
como signo o ciempiés.

El regreso sabe a piel joven, a esporas de fantasía,
a ráfagas de un azul olvidado en las noches de mercurio.

Vuelve la noche a ser hospital de viajeros, ancianos Ulises
que lloran su imagen perdida o extraños atlantes que no
entienden la virtud multiforme de la historia y se van
hacia si o el olvido.

En la ciudad rosada sufren los labios
el enigma de no haber sido memoria en la luz.

2 comentarios:

  1. Tu regreso sabe a poema.
    Esta vez no identifico en qué lugar se hizo la foto.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Por el sur seguimos, Antonio. Gracias por comentar.

    ResponderEliminar