Tú no querías abrir el paraguas del miedo.
Vivimos los fastos inacabables, la duda
y los sueños de paraísos demasiado frágiles.
¿Dónde el ritmo de las arterias, el crisol de las motocicletas
cuyo anuncio ignoro, ese oasis de las casas rojas que huele
a herrumbre y a mentira?.
Otro cáliz dentro de la luz,
los quilómetros son rubios
como las cejas vespertinas del mar.
No cabe el ojo transparente en mi oscuridad infantil.
Celebro las historias escritas por otro,
las imágenes que este poema negará
y negará
como el opaco susurro de la nada.
No cabe el ojo transparente en mi oscuridad infantil.
ResponderEliminarImpactante este verso, ¿tanta herencia en las suelas del zapato?
un abrazo
Gracias, Sandra, por pasarte por aquí y comentar. Un abrazo.
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