martes, 23 de septiembre de 2025

Visita a una ciudad de Bélgica

 




Yo la quería dócil, vestida de bruma,

pero no, el verano puso en las fachadas un barniz de luz,

ausente el color mate en la húmeda piel de los edificios.


Llegan a mí los sonidos que se repiten como una letanía,

el carillón eterno con su melodioso canto,

el rumor de los canales cuando cruzan

bajo el puente los barcos azules y rojos,

el golpear de los zuecos sobre los adoquines...


Y ya no soy el visitante, soy un aire otoñal

que se posa en los tejados a dos aguas,

que es nieve en la canícula, que cae como lluvia

sobre la memoria del presbítero,

que desnuda su edad para ser un pájaro que ora

porque quiere volverse piedra,

testigo inmóvil del flujo constante de los relojes,

sed viva que resiste al devenir de la muchedumbre

como un árbol resiste a la inclemencia

por mas que los siglos intenten desgastar su frágil naturaleza.




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