No inventé la palabra que tan solo fue eco
en mis labios, repetí igual que un niño dócil
los mensajes que me envió la vida para ser coro
que murmura el alfabeto común de la especie,
nadé en el río cómplice donde la costumbre
es una bandera sin color, fui humo entre las nubes
de un cielo gris, soldado del azar en los páramos
fríos de la noche, espiga en el trigal del deseo
bajo el impulso de un aire sin mañana, viví como
uno más, lo mismo que todos, completamente a ciegas.
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