Nunca del todo este hueco que hiere la razón de vivir,
nunca el silencio que me lleva al río de tu voz y vuelve
susurro la añoranza, nunca esta invisibilidad de la carne
que ahoga la virtud del tacto, nunca la noche en el día
claro de tu presencia como ceguera de ti en el resplandor
de estar juntos, porque te invoco en lo ido igual que una
oración de madrugada, porque existes en los espejos
que han visto tu rostro encanecer, porque aún resuenan
las risas en las habitaciones como loa de amor, porque
tras los visillos hay una luz y una sombra con el perfil
que dejaste al irte, porque te hablo y tú me respondes
con los labios en penumbra, con las mil sílabas que niegan
el olvido, con tus ojos que siguen aquí, eternos, mirándome.
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