miércoles, 24 de septiembre de 2025

Quemando vida

 

El devenir insomne, los restos como escamas a su lado

de lo que fue duro mástil de vida, la virtud y el aura

infantil en los ojos, la agilidad del felino que no huye,

disfruta del veloz tránsito hacia el olvido, sin tiempo,

sin noche, todo luz de rayo por las calles efervescentes,

todo un agitar de alas sin ser pájaro, un desnudo de piel

suave y niña, un resplandor en el sitio que ocupa el corazón,

en el pecho, allí donde aún resuenan tambores y címbalos,

en el espacio indefinido que habita la senda del futuro;

y cómo danza su cuerpo, derviche en círculo, vaivén

que asoma sin destino entre espejos de bruma, que no

tiene raíz, que vuela como delirio en el pensamiento fugaz,

que es ardor y llama y pábilo incandescente, que existe

y ya no existe porque alude al ayer y alude al mañana

en el mismo hoy de la consciencia, porque ya solo se ve feliz

en las fotografías y aún admira la multiplicidad que desdobla

su nombre sin morir, porque ya es viejo y no logró guardar

en una esfera los minutos blancos de la inocencia,

porque, en fin, ya decae la luz y entre sombras solo 

consigue ver cómo se aja la flor de su esqueleto.

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