Me diste un tren nocturno,
una sílaba alegre
y una esperanza rota.
Sentí tus ángeles en mis ojos,
la luna gritar en el alma
cuando tu voz respondió a la mía,
la ausencia de los relojes
en el tiempo que habitamos juntos.
Fue tan solo un espejismo
que aún llevo en el revés de la memoria
como un candil amargo
que ilumina los pétalos de una flor
a la que puse por nombre
olvido.
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