Has vuelto al otoño de la melancolía con la lluvia en siembra,
fulgentes las losas, el farol ahíto de luz, los arcos en tiniebla
entre columnas impares, el dintel sin pájaros, atardece
a la sombra de abril sobre el jardín de los paraguas, el aire
aún cálido se columpia bajo las celosías en espiral húmeda,
olor a salvia, a romero, a jazmín en la quietud las ventanas,
rumor de voces que llegan con el dulce devenir de las horas
sin premura a la atardecida del sueño, vagas, vago hacia
el emblema que corona la figura del rosal que alguien esculpió
en el friso verdinegro, luz de alba claramente fingida, corazón
de la música que se anuda al humo como un anillo de guedejas
alzándose furtivas por la arquitectura en flor de las cornisas,
saludos de niño alegre con la mirada ebria y una rosa de luz
en el pecho, nadie entiende la letra de una canción sin alma,
saxo y batería, una voz lamiendo la lisura de los espejos
hace nido en mis párpados, gramola en éxtasis cuando
ya no escucho a los labios rojos que me hablan de sed,
de nenúfares, de arcadias, de petunias en la nieve,
de albatros cruzando los mares de la noche mientras
un blues solitario recorre las avenidas de mis ojos
hasta que la lágrima brota del duro eclipse y soy luna
y soy manantial que acompaña al río en tránsito
de una melodía que lentamente agoniza bajo
el palio amarillento de una luz gastada.
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