Siente borbotear la sangre por la cueva fiel de un cuerpo
que es tu casa. Está aquí la claridad con su sábana de luz
y su himno de clamor victorioso ante la huida de la noche.
Está la lluvia mojando la piel desnuda de las calles, y el frío
que mana volátil por las rendijas que traen el aire levantisco
de los inviernos. Haz del soliloquio un diálogo donde dos voces
se unan bajo el frenesí ancestral de la estirpe. Que tus hombros
no se alcen como pilar de indiferencia. En la sangre hay mundos
que galopan igual que corceles de plenitud hacia el alba de los sueños.
En el oasis de tus pupilas asoma la luna del asombro con los pájaros
de la luz volando por las cordilleras del futuro. La ilusión es un ángel
que señala al horizonte con el índice extendido y una sonrisa blanca
que ahuyenta al lobo de la frialdad. Aún arde en ti la memoria del desafío.
Vive como vive el viajero, asumiendo que la partida y la llegada son lo mismo.
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