La sima donde no finge color el silencio, voces, ecos
de largas vocales escalan las paredes de la fragilidad
con uñas de felino, trepan los istmos de las historias
por la fronda de la aventura hacia la luz objetiva de la verdad,
lobos en las cornisas, en los puentes, en las cuevas
donde el eclipse se derrama con virtud de ceniza, hilos
de red que son cedazo, pretil, dique, allí se remansa el agua
de los minutos como sangre que no fluye por las arterias
de la claridad, negrura de pez, balcón oscuro donde los pájaros
tienen alas de alquitrán, el pozo del remordimiento
con su magma de azufre, la brujas que invocan latidos
del mal sin la flor de la alegría en el atril del canto,
cae la piedra con obstinada mudez como cae la lluvia
en el nido de la conciencia, y en la hondura la fosa
de los lirios, el corazón del ángel, el rubí del sueño,
y también tú ahogándote como una danzarina
torpe en el mar profundo del olvido.
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