Cielo sin aves, ceniza del azul.
Qué clamor de gargantas,
odio y sed de agonía
en las bocas.
Címbalos, clarines,
el palio al viento
y la gloria de mi nombre
aguardan la lid.
La muerte es un río rojo
inagotable.
Sobrevivir al acoso del tridente,
al león que embiste a la luna de mi pecho.
En cada cicatriz una dentellada atroz,
en mi alma la noche.
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