Soy la palabra más libre,
la que ignora el pulso de los sentimientos.
Trato de ser pura
como el cuarzo cristalino
de la verdad.
Para mí no hay comunión
pues si es otro el que repite lo que digo
mi esencia se pierde en su eco.
Soy única porque la voz que nace de mí
no está encadenada al muro de los convenciones.
A veces hiere la sensibilidad ajena
mi razón-o el sueño de mi razón-.
A veces provoco la ira del intolerante
con mis argumentos que no siguen los cauces
por donde circula la opinión más unívoca.
Sé que existe la ley
y que vivo en sociedad,
sé que debo respetar
-que no es necesariamente compartir-
las normas, que el honor es un bien,
que expresarse libremente en ambas direcciones
es un comodín para el diálogo y el entendimiento.
Mi libertad no se rige por la ofensa,
solo trato de sobrenadar en las aguas de lo verídico.
Seguiré así con la independencia del pájaro
que atraviesa un cielo de ladrillos mudos.
Nunca me estrellaré contra el temor a decir lo que pienso.
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