viernes, 3 de septiembre de 2021

Viajes

El primer viaje es un itinerario de sangre,
un clamor de glóbulos, una celebración de vida.

Era como desvestirte de tus gasas blancas,
desnuda en el baile de los murciélagos,
tu volar, sin destino, junto a la fuente seca del verano.

Te prometí el tílburi de un viento, donde cautiva de la luz,
viajaras con la cicatriz de los pájaros,
a la aventura de los países fríos
y los carámbanos azules.

Así aprendimos que hay una rosa pérfida
bajo el cristal redondo de la bruja,
y fuiste historia del Ártico
y, también, palmeras en la playa de un sur inhabitado,
fuiste ríos de plata en suburbios de ciudad,
laberintos en un cráneo virgen que impulsaba la astucia del desorden,
la negación de la raíz, la pústula en el mistral
que rocía a las naciones
con su lluvia de ángel.

Y vimos el revés de las horas en un reloj de pámpanos y nieve,
más allá el sudor del espejo
que solo reproduce la memoria del lugar,
el perfil de tu cuerpo al esclarecer la noche.

Huir a los parajes del olvido,
coníferas húmedas en bosques impuros,
el mar hastiado de color,
ya que es imán de arcoíris,
alba de luna en las bahías del ensueño.

A ti te gustaban las islas,
creías que eran pendientes caídos de sirenas gigantes,
astros con forma de mujer en la levadura cósmica
de los ciclos que el fractal enciende.

Viajaré si en tu voz hay idiomas que nunca oí,
serán tus sílabas un relato,
una elegía,
donde un dios
o un demonio
inventen mundos;
al fin estatuas seremos 
con los ojos pétreos,
sin danzar,
porque el granito no permite que un espíritu salte,
brinque, se mude
tan lejos de su casa.

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