Quiero devolverte al tiempo en que la fiebre
del agua amanecía. Yo olvidé mi voz sin edad
entre los acantilados de aquel país del norte.
Construiste un tren de algodón que unía las islas
de la sal con los equinoccios de una nube que amó
las alas de los cisnes. En papel celofán un dibujo
de tu aura, recuerdo el brillo de la luciérnaga
en tu camisa como un faro de luz sin mar ni tiniebla,
y el color de tus labios de tinte oscuro igual que el azabache
o el grafito. Es tu sombra un abrazo de ángeles verdes,
te vi bajo las acacias como una enagua expuesta al sol
del deseo. Hay golondrinas que te llaman sin parar.
Pero tú nunca respondes, siempre te alejas.
Espero que responda alguna vez.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Amapola. Besos.
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