Solo conozco sus pasillos como venas dormidas.
Cada habitación se extingue en el dintel,
oasis nítido donde entra la luz,
muebles que llevan una cicatriz en su rostro,
secretos blancos de niña en los balcones.
El hogar que soñó el arlequín,
tu pijama de grecas en las madrugadas azules,
la sinrazón de los jueves en el cristal,
la lluvia, para ti, es un jardín de agua.
Tu sombra en el trasluz como un pájaro de paz,
con su rama de olivo, y este silencio de palomas muertas
que tanto nos hiere.
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