En la vastedad de la roca, el desierto caliente como
una flama. Su grito, que anuncia otra claridad, donde
purificarse sea un canto de luz, el presagio de un
hombre
divino doblemente bendecido por las aguas del Jordán,
en su frente una paloma blanca, el símbolo tripartito
que ungirá su voz, la analogía de la verdad que desnuda
al poderoso, la fe en otra forma de vida, sin perjurio
ni lascivia ni carne que traicione la virtud, el odio
en boca de hembra con bailes de mimbres y gasas,
espejos que un cuerpo joven embriaga, en los labios
la promesa de un deseo que la adolescente ignora,
odio de madre, tajo en los ojos de la culpa, sobre
bandeja de oro la sangrante cabeza del ungido,
sacrificio de un precursor al que nombrarán santo.
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