Queridos lugares de bruma y recuerdo,
piel que es otra piel en el pedestal de un flujo.
Siempre anclado a la sombra de piedra,
nunca ágil como el viento que imanta la luz.
Vuelves al nido pero ya no eres pájaro,
la lluvia ha perdido el color, su racimo no florece bajo tu alféizar.
Escribes el poema de un fantasma que al fin vistió la noche.
Y te ves en el mismo lugar donde la luna reflejó el maquillaje de tu juventud.
La ginebra ya no tiene rostro y las palabras dudan de su destino de humo y vómitos.
El único regreso confunde un símbolo con la ternura.
Porque habitas el lado frágil de una tempestad callada,
el frío eclipse de una virtud que lloró su cárcel
cuando pensaste que verla de nuevo apagaría el temblor salvaje
que un día fuisteis.
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