Cómo entretejías la ola, la luz y el silencio.
Un trigal en el mar tu pelo, un rayo
de alambique entre el aire, racimo áureo
de la mañana. Y tu mudez en el perfil
que incita a la noche y vierte pétalos
rojos bajo mi sombra. Es inmortal
el junco que, enhiesto, se cruza
con la mirada azul del pájaro.
Se creó un oasis de paz donde habita
el hallazgo feliz de seguirte. A veces
soy microscopio y vigilo tus latidos,
el sudor y el efluvio que desdeña la aurora.
Otras veces el mapa de tu ser me puebla
y duerme en mí tu ceniza. Los años
blanquean el surco que un día creí
légamo; así son los recuerdos, así
su máscara que siempre me oculta
el mármol frío de tu nombre.
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