domingo, 21 de enero de 2018

Estos labios que unimos

Amanecer contigo y la lluvia,
en un paisaje varado
junto a la cúpula del mar
que llega como una lengua de amor.

Tacto y vientre,
luminoso el sencillo gesto de la aurora,
fiel la costumbre del tránsito
con su risa de cristal
y su manso reloj infantil.

Así mi corazón
que madura y siente el calor de los espejos,
la palabra que susurra un lugar común,
los minutos donde no existe
la cruz del infortunio.

Navegar entre las voces,
percibir el aroma de la familia
que va nombrando-o no-las cicatrices
y también el álgido festín de una conquista.

Y nada que subrayar
y nadie que juzgue el futuro,
ni la luz, ni la esperanza.

Como los pájaros
regreso al invierno,
miro la sobriedad de los árboles,
la estalactita perfecta bajo las cornisas
o la escarcha que brota en el silencio
de los automóviles sin luna.

Son macilentos los años para preguntar un por qué,
si el fulgor se ha vestido de nupcias
es posible que en la inmensidad de un crepúsculo
todas las constelaciones se junten en estos labios que unimos,
inconscientes de esa llama
que un día escribió su razón
en la vida que por un momento admiramos.






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