Hoy veo la fachada de tu casa como una dentadura
que muere. Antes la sed era la sed, lo cuerpos jóvenes
se escondían tras los visillos o alumbraban canciones
de esperanza y amor. He pasado por nuestra calle
y no recuerdo tu abril, tus espejos de primavera
que tantas veces me conmovieron. Otros son los
nombres, otro el viento que devora los relojes,
otros los azules que llaman al mar. ¿Por qué,
entonces, mis pasos retroceden como perros
desvalidos a la búsqueda de ti, de tu sombra
que ya no existe?
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