Vive sola y nunca usa vestidos rojos.
Su pelo no es amarillo ni canta alegre
cuando cruza los bosques. No tiene
padre ni madre, ni abuelos. Ni siquiera
cuando nieva se cubre la cabeza.
Odia a todos los animales, jamás
hablaría con lobos. No sostiene
ninguna cesta en su mano derecha
y si la llevara no habría nada dentro.
Si alguien la llama caperucita piensa
que está loco, si alguien la cubre con
una bandera púrpura ella dice que
no tiene patria. Su nombre nadie lo
conoce. La veo a menudo pedir
en la misma esquina. A mi nunca
me parece roja.
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