Yo te dejo la palabra en mi sed.
Juegan las manos con el solsticio
tras el crepúsculo de la luz. Es asi el
vidrio, una luciérnaga o un espejo
sin edad. No sé de la memoria de
otras voces, el silencio es un don
o una muerte o la aguja de las horas
inconfesables. Afuera llueve, responden
las arañas de este candil con lágrimas
de insomnio, música sin éxtasis en caballos
de agua. Volveré a tu huella como un camaleón
que subió las escalinatas impúberes antes de la
iluminación del incienso y los círculos. Siempre
hay jazmines de orgullo bajo cítaras sin luz.
A menudo es tarde en los ojos de la lluvia.
No existe otra interrogación que tu adiós.
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