El roce de esa mano fue preludio.
Entre la quietud surge un nombre
sin alas. La voz tiembla en los huesos
del paraiso como un color ignorado.
Algunas veces tu mirada se perdió
en la incertidumbre, otras veces el
tacto de tu silencio dibujó un sol
de esperanza en los días sin mar.
Ya nunca serás lejania, solo piel
dentro de mi piel, una luz que hoy
como siempre, calla.
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