Ya no sé si el ayer es una sombra
o un diminuto espejo que muere.
Como el filo de ese candor que imagina la luz,
el pálpito en la pared, los zócalos que alientan
la bondad de una palabra,
el cristal que interrumpe
el sucesivo deshojar de un instante.
Mi perfección es la ausencia,
la que ha dejado un suvenir en la huella proscrita,
esa memoria que se yergue con los años
como una red o un sudario roto.
He sentido aqui la luminosidad de un dia amargo,
también el rumor antiguo de las olas,
el suburbial eclipse de la inanidad.
No me vence la sensatez de la perdida,
solo el misterio de esos pájaros amarillos
que en tu falda aletean sin saber que el perdón
no llama nunca a la noche
ni a la renuncia ni al estravío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario