Hay amaneceres sin lluvia que no comprendo.
La razón esquiva la sequedad de un tiempo neutro
y se desnuda la noche como un trampolin
entre suburbios y silencio, labios que sufren
el indomable ejército de la lentitud.
Aún sabré cómo encontrar la historia de los dias,
ese mensaje cuyo almuerzo atenúa el dolor de la ósmosis,
la escrupulosa mirada de las hormigas cuando regresan
a la hospitalidad del sueño.
Pero, estás tú, como un mapa deshojado,
igual que un templo que asoma sus dientes
y finge un dorado en el maquillaje del mercurio,
una flor de orgulloso látex
que brilla en el corazón de la memoria.
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