Los cantos de sexo son profundos, hieren
las preguntas, la noche y el azar.
Cada vez la ruta se alimenta de esperas(ya sabes
como crece el rojo de la rutina en los días sin patria).
Llega el marfil de un cuerpo hasta el iris perdido
y nada ni nadie sabrá del misterio del niño que tiembla.
Una vez soñé con los ojos de un pijama, dentro
las lineas son perfiles, el pudor blanco se abre como
abanico en la memoria y saluda al fin el visaje oriental
que fue guiño inerte.
Y es que el deseo no es más que un aullido mutilado
por las sombras de un nombre que sabe a mar o quizá
a pureza inconmovible o a luna en el labio que calla.
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