jueves, 7 de noviembre de 2013

Trayectoria de una vida cualquiera



Primero, el llanto invisible del hastío.

Madura la sombra sobre la sombra como un árbol
prematuramente viejo.

Son años de disturbio y risas, son caricias en la noche
como peterpanes azules.

Estalla el cuerpo en primaveras de sal y la química engendra
vampiros y lujuria, héroes y amenazas en un párpado rojo.

Y después, la historia de la plenitud, la valentía del mercurio
en el semblante tierno de un rostro que maquilla las amapolas
y el dolor, hasta ser mar bravío en un seno o una luz.

Ya llega la palabra que es sosiego y candil, que se mira
y envejece como un latido inútil. Falsa agonía porque
la madurez encuentra los pantanos del futuro,
con la huella y la metamorfosis, con la esperanza
insolente o el sol perdido de la fábula.

En el hoy las fronteras de la edad escriben oscuras
gotas de ausencia, se trasladan a ese epitafio de hojas secas
que llamamos vida.

O, tal vez, preparación a la muerte.

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