Volver no es una razón, tal vez en el sínodo
de la memoria exista la clave de porqué una
campana deja de ser muda y suena y resuena
insolente en la multitud de tus días. Al margen
de la nostalgia no guardo apellidos, soy un barco
que en su deriva regresa al puerto del ayer, a la orilla
blanca, al amor del crepúsculo. No me arrepiento
de esta debilidad que me busca en un frenesí, bajo
la lluvia, en el territorio de tu singladura o en el
arrecife en que muero.¡Qué dramática la luz en la
esfera del reloj, cuando me pregunto por tus anillos
o el calambre de tus botas en mis ojos que no vuelven!
He agotado las cruces donde te hallé, me digo que es
sano equilibrar la ausencia con mis huellas amargas,
quizá viva en la evocación una luz impronunciable ante
la cuál me agito como un enigma o un suceso o una
escala diatónica que se repite sin querer.
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