sábado, 13 de febrero de 2016

Los paraísos desdoblados



El artilugio me puede
(será reloj, marea, luna, arcángel).

Cuando ansío volver a mí 
no vuelvo,
cuando la cicatriz sangra
se abre el palomar del sulfuro
níveo.

No me encontrarás bajo el humo que miente,
en las noches de ágiles caballos,
en la tiniebla esponjosa
de las chispas sin flor.

Como en un cuadro de Chagall
hay demasiadas estrellas,
cielos azules,
judíos errantes.

La oscuridad te nombra en un párpado,
¿sigue ahí tu viento de nácar?

Duerme, amor,
que las mariposas te velan,
duerme en el jardín sin odio,
en la morada de los paraísos que nunca envejecen,
en la psicodelia que te arropa
bajo las sábanas vírgenes.

Duerme, amor,
que flote tu cuerpo como un tiovivo
de constelaciones.

Duerme con el unicornio de plata entre los pechos,
duerme, amor, el éxtasis del tornasol,
la dulzura del cianuro amante
en tus labios de papel estraza.
















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